Algunos poemas clásicos que no os podéis perder para el día de San Valentín

Algunos poemas clásicos que no os podéis perder para el día de San Valentín

Por ello vamos a destacar por orden cronológico poemas de:



  Garcilaso de la Vega
                        Siglo: XVI
Época: Renacimiento





     San Juan de la Cruz
                       Siglo: XVI
Época: Renacimiento


 

                          Quevedo
                   Siglo: XVII
           Época: Barroco




            Luis de Góngora
                       Siglo: XVII 
                                                                     Época: Barroco   



         

                                                                           Lope de Vega
                                                                              Siglo: XVII
                                                                     Época: Barroco






A continuación se encuentran los poemas de los autores mencionados anteriormente ordenados por orden cronológico: desde el Renacimiento pasando por Garcilaso de la Vega hasta el Barroco terminando por Lope de Vega. Esperemos que les guste y 
¡ FELIZ SAN VALENTÍN !


Soneto V

    

En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.

Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.
Garcilaso de  la Vega, siglo  XVI.  Renacimiento     

Llama De Amor Viva

¡Oh llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva
acaba ya si quieres,
¡rompe la tela de este dulce encuentro!



¡Oh cauterio süave!

¡Oh regalada llaga!

¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado

que a vida eterna sabe

y toda deuda paga!

Matando, muerte en vida has trocado.




¡Oh lámparas de fuego

en cuyos resplandores

las profundas cavernas del sentido,

que estaba oscuro y ciego,

con estraños primores

color y luz dan junto a su querido!




¡Cuán manso y amoroso

recuerdas en mi seno

donde secretamente solo moras,

y en tu aspirar sabroso

de bien y gloria lleno,

cuán delicadamente me enamoras!


San Juan de la Cruz, siglo XVI.  Renacimiento                          


Definición Del Amor


Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo;
enfermedad que crece si es curada.
Éste es el niño Amor, éste es su abismo.
¿Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!


Francisco de Quevedo, siglo XVII.  Barroco                  


Soneto
¡Ay, Floralba! Soñé que te... ¿Dirélo?
Sí, pues que sueño fue: que te gozaba
¿Y quién, sino un amante que soñaba,
juntara tanto infierno a tanto cielo?

Mis llamas con tu nieve y con tu yelo,
cual suele opuestas flechas de su aljaba,
mezclaba Amor, y honesto las mezclaba,
como mi adoración en su desvelo.

Y dije: «Quiera Amor, quiera mi suerte,
que nunca duerma yo, si estoy despierto,
y que si duermo, que jamás despierte».

Mas desperté del dulce desconcierto;
y vi que estuve vivo con la muerte,
y vi que con la vida estaba muerto.

Francisco de Quevedo, siglo XVII.  Barroco             

                    
A una dama que conoció niña y después vio mujer muy hermosa

Si Amor entre las plumas de su nido
Prendió mi libertad, ¿qué hará ahora,
Que en tus ojos, dulcísima señora,
Armado vuela, ya que no vestido?

Entre las violetas fui herido
Del áspid que hoy entre los lilios mora;
Igual fuerza tenías siendo aurora,
Que ya como sol tienes bien nacido.

Saludaré tu luz con voz doliente,
Cual tierno ruiseñor en prisión dura
Despide quejas, pero dulcemente.

Diré como de rayos vi tu frente
Coronada, y que hace tu hermosura
Cantar las aves, y llorar la gente.


                Luis de Gongóra, siglo XVII. Barroco      


                   
Desmayarse, atreverse, estar furioso...

Desmayarse, atreverse, estar furioso...
Desmayarse, atreverse, estar furioso,

áspero, tierno, liberal, esquivo,

alentado, mortal, difunto, vivo,

leal, traidor, cobarde y animoso;


no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

Lope de Vega, siglo XVII. Barroco             



SONETO
Tú, princesa bellísima del día,
de las sombras nocturnas triunfadora,
oro risueño y púrpura pintora,
del aire melancólico alegría;
pues del sol que te sigue y que te envía
eres flagrante y rica embajadora;
pues por ennoblecerte llamé Aurora
la hermosa sin igual zagala mía,
ya que la noche me privó de verla,
y esquiva mis dos ojos, piadosa,
entretenme su imagen en tu estrella.
Niégale al sol las horas; no envidiosa
su llama, que tus luces atropella,
esconde en ti su ardiente nieve y rosa.
Francisco de Quevedo
AMOR ME OCUPA EL SESO Y LOS SENTIDOS
Amor me ocupa el seso y los sentidos;
absorto estoy en éxtasis amoroso;
no me concede tregua ni reposo
esta guerra civil de los nacidos. 
Explayóse el raudal de mis gemidos
por el grande distrito y doloroso
del corazón, en su penar dichoso,
y mis memorias anegó en olvidos.
Todo soy ruinas, todo soy destrozos,
escándalo funesto a los amantes,
que fabrican de lástimas sus gozos.
Los que han de ser, y los que fueron antes,
estudien su salud en mis sollozos,
y envidien mi dolor, si son constantes.
Francisco de Quevedo
 SOÑÉ QUE EL BRAZO DE RIGOR ARMADO
Soñé que el brazo de rigor armado,
Filis, alzabas contra el alma mía,
diciendo: «Éste será el postrero día
que ponga fin a tu vivir cansado». 
Y que luego, con golpe acelerado,
me dabas muerte en sombra de alegría,
y yo, triste, al infierno me partía,
viéndome ya del cielo desterrado.
Partí sin ver el rostro amado y bello;
mas despertóme deste sueño un llanto,
ronca la voz, y crespo mi cabello.
Y lo que más en esto me dio espanto
es ver que fuese sueño algo de aquello
que me pudiera dar tormento tanto.
Francisco de Quevedo

SONETO XII

Si para refrenar este deseo
loco, imposible, vano, temeroso,
y guarecer de un mal tan peligroso,
que es darme a entender yo lo que no creo.

No me aprovecha verme cual me veo,
o muy aventurado o muy medroso,
en tanta confusión que nunca oso
fiar el mal de mí que lo poseo,

¿qué me ha de aprovechar ver la pintura
de aquél que con las alas derretidas
cayendo, fama y nombre al mar ha dado,

y la del que su fuego y su locura
llora entre aquellas plantas conocidas
apenas en el agua resfriado?

Garcilaso de la Vega

SONETO III
La mar en medio y tierras he dejado
de cuanto bien, cuitado, yo tenía;
y yéndome alejando cada día,
gentes, costumbres, lenguas he pasado.

Ya de volver estoy desconfiado;
pienso remedios en mi fantasía;
y el que más cierto espero es aquel día
que acabará la vida y el cuidado.

De cualquier mal pudiera socorrerme
con veros yo, señora, o esperallo,
si esperallo pudiera sin perdello;

mas no de veros ya para valerme,
si no es morir, ningún remedio hallo,
y si éste lo es, tampoco podré habello.

Garcilaso de la Vega



SONETO V
Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.

Cuando tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.

Garcilaso de la Vega



AMOR IMPRESO EN EL ALMA...

Si hija de mi amor mi muerte fuese, 
¡qué parto tan dichoso que sería 
el de mi amor contra la vida mía! 
¡Qué gloria que el morir de amar naciese!
Llevara yo en el alma, adonde fuese, 
el fuego en que me abraso, y guardaría 
su llama fiel con la ceniza fría, 
en el mismo sepulcro en que muriese.
De esotra parte de la muerte dura, 
vivirán en mi sombra mis cuidados, 
y más allá del Lethe mi memoria.
Triunfará del olvido tu hermosura; 
mi pura fe y ardiente, de los hados, 
y el no ser por amar, será mi gloria...
Lope de Vega




 
 





                

     










































                                                             
                                                                                         
                                                                        




















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